Jesús Y El Fin Del Mundo

 

En San Lucas, capítulo 17, Jesús descorre una cortina y revela la verdad acerca del tiempo en el cual vivimos hoy. Expone qué hay detrás de las bambalinas de los sucesos que vemos en las pantallas de nuestros televisores y en la primera plana de los diarios. La información es vital. Si no sabemos qué dice Jesús acerca de nuestros días, andaremos a tropezones en una densa bruma espiritual. Veamos lo que el Maestro nos dice.

Jesús advierte que las condiciones que prevalecerían en los últimos tiempos serían semejantes a las que se dieron poco antes del diluvio universal: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre” (S. Lucas 17:26). Al referirse a “los días del Hijo del Hombre” está hablando del tiempo previo a su segunda venida. Dice además: “Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (v. 27). 

Para entender mejor las palabras de Jesús, debemos evocar lo acontecido “en los días de Noé”. Los capítulos seis al nueve de Génesis pintan perfectamente el cuadro. “Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (Génesis 6:11,12). 

¡Que cuadro más triste! La maldad se había esparcido de tal modo que todos participaban de ella. Como dijera Jesús en San Lucas 17, la gente estaba absorta en placeres egoístas y malsanos. No es que fuera malo comer, beber y darse en casamiento. Pero lo hacían fuera de los linderos del buen gusto, inconscientes de la necesidad ajena y en rebelión abierta a la voluntad divina. Es decir, pensando solo en sí mismos, poniendo la concupiscencia al timón de la vida y entronizando el yo como dios supremo y centro de todo. 

Decía el filósofo francés Blas Pascal: “El yo es insaciable. El yo es odioso. . . Le odio porque es injusto, y le odiaré siempre; es injusto al considerarse el centro de todo; es molesto a los demás, a quienes pretende avasallar, porque cada yo es el enemigo de los demás y aspira a ser el tirano de todos”. 

Tanto en la época de Noé, como ahora, vemos un “yoismo” des-enfrenado. Es más que egoísmo; se trata de una vida desposeída de la más mínima consideración por el prójimo y por Dios. Para colmo de males, termina en violencia por todas partes. ¿No es acaso esta descripción bíblica lo que leemos a diario en los periódicos y en el internet, y vemos en la televisión? Violencia y más violencia es la orden del día. 

En los días de Noé, Dios se dio a la tarea de buscar un remanente, gente incontaminada por la avaricia y la maldad con la que se pudiera lograr un nuevo comienzo para la humanidad. Tan corrompida estaba la humanidad de entonces, que entre toda la población de aquel mundo antediluviano solo hubo una familia que valía la pena salvar, cuyo jefe era Noé. El apóstol Pablo lo describe como un hombre que “condenó al mundo” por cuanto no temió ser diferente al mundo. Aunque se rieran de él, Noé tenía por mucha honra ser leal a Dios. “Fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7). 

¡Pensemos en las inestimables riquezas de verdad que Noé “heredó”! El mundo malvado lo despreció, pero Dios lo honró. No solo se le preservó la vida cuando vino el diluvio, sino que también “heredó” gran honor en la historia y en la eternidad. Para los antediluvianos, el diluvio llegó en forma repentina, a pesar de que Noé los había amonestado fielmente por ciento veinte años. Pero, la gente siguió empecinada en sus placeres “hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (S. Lucas 17:27).Y ¿qué dice Jesús? Como fue en los días de Noé, “así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (v. 30). 

Amigo, amiga de La Voz, no tengas temor de ser diferente. Busca la aprobación de Dios antes que el aplauso del mundo. El mundo no es tu salvador; tu Salvador es Jesús. Síguele. Obedécele. Hazlo a la luz del día. Hazlo ante la oscuridad moral actual. Que quede claro ante todos que tú y tu familia seguirán al Señor Jesucristo hasta las últimas consecuencias. Y tú también “heredarás” la justicia eterna. No hay nada en todo el mundo que valga más que saberte perdonado y acepto por y en Jesús. No demores. Proponte ser como Noé. Ábrele tu corazón a Jesús. Él es el arca de salvación. Si estás en él, estarás seguro. Entra a esa “arca” que es Cristo Jesús. Allí hay un lugar para todos y cada uno. Recíbelo.

Pastor Omar Grieve - Director y Orador de La Voz de la Esperanza

 
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