El Espíritu Santo Parte 1
En el libro bíblico “Los Hechos de los Apóstoles” el Señor Jesús prometió a sus discípulos y por ende a nosotros la recepción del Espíritu Santo. En una ocasión Él les propuso la conveniente decisión de ascender al Padre para enviarles al Consolador (Juan 16: 5 – 7). Esta es una de las promesas más añoradas por los creyentes del siglo veintiuno. Recibir el poder del Espíritu Santo no es para el cristiano una opción; es un mandamiento. Cristo hizo una gran obra por nosotros y hoy el Espíritu Santo hace una gran obra en nosotros. ¿Qué o quién es el Espíritu Santo? ¿Es una persona? ¿Una fuerza? ¿Es Dios? La Biblia enseña que el Espíritu Santo es una persona divina; Él habla, (Apocalipsis 2:7 - Hechos 13:2), también intercede (Romanos 8:26), Él testifica (Juan 15:26), el Espíritu Santo ordena (Hechos 16: 6 – 7), dirige (Hechos 8:29), guía (Juan 16:13) y encomienda (Hechos 20:28). El Espíritu Santo es el representante de Dios en el mundo. Una fuerza no representa, no dirige, ni encomienda; no habla ni tampoco intercede; solo una persona cuenta con todas esas aptitudes.
¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?
El Espíritu posee atributos divinos; Él es eterno, Todopoderoso, Omnipresente y Omnisapiente. Él es una de las tres personas de la Deidad. Jesús admitió que el Espíritu Santo es otro como Él. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros (Juan 14: 16 – 17). La palabra consolador en el idioma griego es ‘parakletos’ y en el lenguaje español equivale a consejero, consolador, abogado y también significa “Uno llamado en lugar de Otro”. En China Oriental el término ‘parakletos’ quiere decir, el que te ayuda cuando estás en aprietos. El Espíritu Santo está con nosotros para auxiliarnos y fortalecernos en todo momento.
La frase Espíritu Santo se menciona ochentaiocho veces en veintidós de los treintainueve libros del antiguo testamento y hay doscientas sesentaidós referencias al Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. La Biblia comienza señalando que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de la aguas y concluye con la invitación del Espíritu quien con la esposa, (la iglesia) dicen ven (Génesis 1:2, Apocalipsis 22:17). Reitero que Él es una persona. La Palabra de Dios confirma que el Espíritu enseña, contiende, convence, ayuda, e intercede; dirige los asuntos de la iglesia, inspira y santifica. El Espíritu Santo es verdaderamente Dios (Hechos 5: 1-4). Él produjo la concepción y el nacimiento de Jesús (Lucas 1:35), ungió al señor en el río Jordán confirmando así el ministerio del Salvador (Mateo 3: 16 – 17) y además, extiende los beneficios del sacrificio expiatorio de Cristo y Su resurrección poniéndolos al alcance de la humanidad (Romanos 8:11). Elena de White escribió: “El Espíritu Santo imparte aliento a la vida espiritual. El repartimiento del Espíritu Santo es el repartimiento de la vida de Cristo. Comunica al que lo recibe los atributos de Jesucristo” (El Deseado de todas las gentes, página 745). ¡Cuan importante es entonces estudiar y conocer más acerca del Espíritu Santo quien intervino en la creación del mundo, participó en la encarnación de la divinidad y estuvo activo en la redención del hombre! El Espíritu Santo inspiró a los autores de las escrituras e infundió poder a la vida de Cristo; Él repartió y reparte todavía dones espirituales a los creyentes; capacitó y capacita a la iglesia para testificar en favor de Cristo y hoy atrae, convence y renueva a todos aquellos que respondan a la verdad concediéndoles Su enorme poder.
RECIBIREIS PODER
El Señor Jesús prometió: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1: 8).
“Recibiréis poder”. El vocablo griego es dúnamis que significa fuerza, virtud, poder; esta palabra aparece ciento diecinueve veces en el nuevo testamento; NO SE TRATA DE CUALQUIER PODER, SINO DEL PODER DE DIOS (Hechos 3: 1 – 10). El poder que abrió ríos y mares, el poder que derrumbó murallas, resucitó muertos y serenó tempestades; el poder que sostiene los mundos y convierte a los pecadores. Ese poder es suyo hoy; así que reclámelo a Dios; comience a disfrutar de una vida cristiana que glorifique y exalte a su amado Salvador. El inmenso poder del Espíritu Santo está a nuestra disposición y Dios desea darlo a todos sus hijos. Solicítelo ahora mismo. ¡Que Dios le bendiga junto a su familia!
Por Ángel Rodríguez Medin
Evangelista | La Voz de la Esperanza