Conviene Que Muera Un Hombre

 

La palabra de Dios afirma en el evangelio de Juan que “Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Juan 11: 49 – 50). Los líderes religiosos, cuando se enteraron de la milagrosa resurrección de Lázaro, se reunieron para planear el arresto y la muerte de Jesús. Ese fue el escenario del presagio de Caifás quien, sin comprender la magnitud de su anuncio, profirió lo que convendría que ocurriese para impedir que pereciera no solo el pueblo judío, sino cada pueblo de la tierra.

El profeta Isaías se anticipó a decir: “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isaías 49: 6). La muerte de Cristo en la cruz del calvario fue inmensamente conveniente ya que provee salvación y vida eterna a todo aquel que cree (Juan 3:16).

En un programa de televisión se mostraba un panel de comentaristas quienes intentaban responder la pregunta ¿Quién mató a Cristo? Dios lo mató; –declaró una líder cristiana; Satanás lo hizo,  mencionó un profesor; otros comentaban que los romanos, los judíos y los verdugos fueron los asesinos; pero de repente uno de ellos replicó: -tú y yo provocamos Su muerte; que de paso, es muy cierto; sin embargo, ¿Qué dice la biblia al respecto? Las escrituras sostienen que el Señor Jesús entregó Su vida voluntariamente. “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10: 17 – 18). “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10: 45). En la cruz, el señor Jesús entregó Su vida perfecta para redimirnos del pecado. 

EL TRIUNFO DE LA CRUZ

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Dos mil años atrás el emblema de la cruz era pedestre, repugnante y espantoso, pero hoy es un símbolo de amor divino y de perdón. El apóstol Pablo escribió: “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2: 8). El ignominioso castigo de la crucifixión se aplicaba a los criminales más adocenados y perversos de aquella época. El término cruz procede del idioma griego stauros y se refiere a un palo o estaca vertical. La crucifixión posiblemente la inventaron los persas o los fenicios y había más de trescientas ochenta (380) formas de ejecutarla de las cuales se destacaban cuatro cruces en particular. La cruz simple o palo vertical; la cruz “commissa”, conocida también como la cruz de San Antonio que tenía la forma de la letra mayúscula (T). Además, estaba la cruz “inmissa” cuyo palo vertical sobresalía al horizontal. (Casi todos los cristianos coincidimos en que este tipo de cruz se utilizó en la ejecución del Señor Jesucristo) y finalmente estaba la cruz “decussata” conocida también como la cruz de San Andrés cuya hechura se asemejaba a una (X). La cruz en la que murió nuestro Salvador, medía dos metros y medio y pesaba trescientas trecientas libras (300); un poco más de ciento treintaiséis kilos. (136.078)

La Biblia reitera que el apóstol Pablo se gloriaba en la cruz de Cristo; (Gálatas 6: 14). Amable lector, la cruz de Cristo trajo reconciliación y paz; además, enlazó el cielo con la tierra (Colosenses 1:19 – 20). La cruz es potencia de Dios para los salvados y locura para los que se pierden  (1 Corintios 1:18). El profeta Isaías, setecientos cuarenta años (740) antes de la muerte de Cristo, predijo con detalles descriptivos y conmovedores todo el suplicio de aquella espantosa ejecución.  (Isaías 53: 3 – 7). Hay una cita en el libro Deseado de Todas las Gentes, página 651 que afirma: “Nunca fue tratado un criminal en forma tan inhumana como lo fue Cristo”. El productor y director de cine Mel Gibson declaró: “El evento más asombroso de la historia ocurrió cuando Dios se hizo hombre; sin embargo los hombres lo mataron”. Su producción fílmica “La Pasión de Cristo”, pese a las escenas violentas que ofrece al describir el tormento de la cruz, no alcanza ni siquiera a mostrar un diez porciento (10%) de lo que ésta  implicaba.

Hace mucho tiempo, en medio de un combate civil cuya meta era la libertad; los líderes militares adoptaron una frase célebre para motivar a sus soldados. La frase era: “Sin derramamiento de sangre no puede haber revolución y sin revolución no hay libertad”. Este lema nos impele a recordar las palabras registradas en Hebreos 9:22 “…Sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. La remisión corresponde a la absolución de la iniquidad; o sea, al perdón provisto por la muerte Cristo para liberarnos de la esclavitud del pecado. Indiscutiblemente fue muy conveniente la muerte de Jesús.

UN VISTAZO TENUE A LA CRUCIFIXIÓN DE JESUCRISTO

En el Jardín de Getsemaní el Señor Jesucristo sudó sangre. El huerto estaba situado en un bosque al pie del monte de los olivos. El nombre Getsemaní procede de una palabra aramea que significa “Lagar de aceite” (Lucas 22: 41 – 44). (Cuando viajamos a Israel, visitamos Nazaret donde nos mostraron la manera como prensaban las olivas con piedras para extraer el aceite). Nuestro redentor fue prensado para ofrecernos el aceite de Su gracia salvadora. Cuando lo arrestaron, fue maltratado severamente (Lucas 22: 63 – 65). Azotaron al Señor con látigos de pieles voluminosas que tenían filamentos de hierro muy punzantes (Juan 19: 1 – 3). Lo coronaron con espinas y lo abofetearon. La cruz, preparada para Barrabás, fue puesta sobre los hombros de Cristo los cuales ya estaban extenuados y maltratados. Sus manos fueron atravesadas por clavos de más de siete (7) pulgadas de longitud con un espesor de más de una pulgada. También sus pies fueron clavados en el madero (Juan 19: 17 – 18). El Salvador se hizo maldición por nosotros para otorgarnos Sus bendiciones (Gálatas 3: 13, Deuteronomio 21:23). Finalmente para confirmar su muerte, el soldado incrustó la lanza en el costado de Cristo (Juan 19: 34). Nunca antes hubo un conocimiento tan amplio del amor de Dios como el que se desprende de la muerte del hijo del hombre.

La naturaleza protestó implacablemente ese día cuando Cristo murió en la cruz del Calvario. El sol se negó a alumbrar la escena. La oscuridad se extendió desde el medio día hasta las tres de la tarde. A esa hora, cuando Cristo murió, los sacerdotes oficiaban en el templo; de inmediato ocurrió un terremoto que sacudió la tierra estrepitosamente. El velo del templo se rasgó en dos de arriba hacia abajo. Las rocas se partieron en las montañas circundantes y bajaron estruendosamente a las llanuras. Los sepulcros se abrieron y muchos santos que habían muerto resucitaron. Reitero que era la hora del sacrificio vespertino y el sacerdote, vistiendo su atuendo oficial, estaba por matar al cordero, pero al estremecerse la tierra, el cuchillo se cayó de su mano enervada y el cordero escapó. Como escribió Elena de White, “El símbolo encontró en la muerte de Cristo la realidad que prefiguraba. El camino hacia el cielo quedó abierto para la especie humana”. Indiscutiblemente el pontífice Caifás expresó la verdad más contundente del evangelio cuando afirmó: –“Conviene que muera un hombre” (Juan 18: 14). Amable lector, la muerte de Cristo fue absolutamente conveniente; pues nos ha provisto a todos, el perdón divino, la salvación por gracia y la vida eterna. Hoy te invito a que lo recibas como tu único Salvador personal. Que Dios te bendiga y te guarde.

Ángel Rodríguez Medina

Director de Evangelismo

La Voz de la Esperanza

 
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