Una Esperanza Permanente

 

Transcurría el mes de Mayo del año 1992 mientras dirigía una campaña de evangelismo en la iglesia Adventista del Séptimo Día de la ciudad de Watsonville estado de California en Estados Unidos, cuando recibí una noticia inmensamente dolorosa. Mi padre había fallecido. Viajé dos veces en auto y abordé tres aeroplanos y sin embargo, pese a estos medios de transporte, demoré dieciocho horas en arribar a Puerto Rico. Recuerdo que encontré a mi familia profundamente entristecida y particularmente a mi madre quien lloraba intensamente. De inmediato me arrojé a sus brazos para consolarla, pero lo que ocurrió fue que yo también prorrumpí en llanto. Ambos intercambiamos palabras y frases de aliento cuando de pronto, una de ellas impartió consolación a toda la familia presente en la sala de mi casa. “El no estará mucho tiempo en el sepulcro, dije; pues la esperanza bienaventurada confirma que lo veremos otra vez”. ¡Que verdad tan hermosa y reconfortante!

 Amables lectores, el apóstol Pablo escribió que el mismo Señor con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios descenderá del cielo y los muertos en Cristo resucitarán primero (1 Tesalonicenses 4:16). Yo creo con toda certeza que mi padre junto con todos los que fallecieron creyendo en Jesús y los que morirán en la fe bendita, resucitarán cuando nuestro Salvador regrese a la tierra, esta vez, en gloria y majestad. He aquí la esperanza que nos fortalece e impulsa a continuar viviendo. Guardo en mi corazón la expresión del ilustre apóstol dirigida a su discípulo Tito; “…Mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. (Tito 2:13) Para el creyente, el retorno de Cristo a este mundo constituye una gran esperanza; el segundo advenimiento del Señor es la esperanza bienaventurada de Su iglesia y es por eso que el alma frágil y endeble cuya fe ha sido martillada por los incontables golpes severos de esta vida, se enriquece espiritualmente y prosigue paso a paso perfectamente feliz pues sabe que muy pronto todos los embates aplastantes que nos agobian se acabarán para siempre.

 Este mundo avanza velozmente hacia su culminación; la maldad aumenta por doquiera, las ciudades y los pueblos se sumergen más profundamente en las aguas turbulentas de la iniquidad. Los hombres y las mujeres prefieren los placeres y las distracciones de este mundo condenado y se complacen en rechazar las ofertas incontables de la misericordia Divina. De este modo se enfrentan a un final sin esperanza. Pero los creyentes en Cristo, aquellos que esperan el regreso glorioso de Jesús, disfrutan de una esperanza que no tiene final. Una esperanza que es a la vez indiscutiblemente permanente. Una esperanza cuyo fundamento es la palabra de Dios. Así como la resurrección de Jesús fortaleció la esperanza de los discípulos dos mil años atrás y los condujo a proclamar el evangelio con denuedo, hoy en el siglo XXI, Su segundo advenimiento fortalece la esperanza de cada cristiano e impulsa a la iglesia a compartir el evangelio eterno con cada persona. En verdad si la doctrina cristiana careciera de la promesa gloriosa de la segunda venida de Cristo a este mundo, la humanidad fuera presa del terror, el caos y la desesperación interminables y nunca el hermoso y copioso idioma español hubiera contado con la palabra ESPERANZA.

 Las escrituras aluden al regreso de Cristo con frecuencia.  Algunos eruditos afirman que uno de cada treinta versículos en la biblia menciona la promesa gloriosa. En el nuevo testamento uno de cada once versículos sostiene que Cristo viene. En la oración modelo, El Padre Nuestro, Jesús incluyó la hermosa promesa VENGA TU REINO. (Mateo 6:10) El libro de Apocalipsis comienza y concluye con la esperanza bienaventurada. (Apocalipsis 1:7, 22:20) Los ángeles del cielo dijeron a los apóstoles que el mismo Señor que ascendía al cielo descendería de la misma manera. (Hechos 1:11) Cristo viene pronto; esa es la esperanza que vigoriza la fe cristiana y motiva al alma a vivir conforme a la voluntad de Dios.

 Cuando tenía cinco años de edad escuché por primera vez el mensaje de la segunda venida de Cristo en una melodía que cautivó mi atención a pesar de que solo era un niño. He aquí una de las estrofas del canto: “Ya las noches serenas lo dicen, las estrellas lo afirman también; que muy pronto llegará a la tierra el glorioso y Divino Emmanuel”. Amigos y amigas el Señor Jesús viene en gloria para terminar con el dolor y la miseria, Él viene para establecer un reino de amor y de paz en el cual tú y yo moraremos para siempre.

 El retorno de Cristo fortalece la esperanza, estimula el deseo cristiano de morar con Dios en la patria eterna, enciende la antorcha de la proclamación del evangelio eterno, promueve en cada creyente la tarea importante de prepararse, particularmente, velando y orando como lo recomendó nuestro Señor Jesucristo y además constituye un recurso valioso para enfrentar el dolor, la pena y el sufrimiento sometiéndonos en esta vida a la voluntad absoluta de Dios.

 Mientras escribo este artículo me encuentro en el este de Puerto Rico dirigiendo una campaña de evangelismo. Trece iglesias y siete pastores se han unido para realizar este magno evento. Me estoy hospedando en la casa de la hermana Sara de la Paz, una hija de Dios que se ha amparado en la esperanza bienaventurada pues en el año 2015 su fe fue sacudida espantosamente. En Enero 10 falleció su esposo Antonio con quien compartió 37 años de matrimonio, una semana después murió su hermano, luego en Noviembre 16 su sobrina perdió la batalla contra el cáncer y finalmente el 13 de Diciembre su hermana cerró sus ojos para no abrirlos más. Sara lloraba cuando compartía conmigo su dolorosa experiencia, pero afirmaba continuamente que la bendita esperanza de la segunda venida de Jesús la mantenía firme y fiel al Señor. Muy pronto su llanto se tornará en regocijo perpetuo.

 Es mi oración que el amado Salvador te fortalezca y te bendiga. Acude a Cristo hoy. Entrega tu vida a Él. Haz un compromiso solemne con Jesús. Confía en Su palabra. Ampárate en la promesa de Su pronto regreso que es la esperanza bienaventurada y permanente. Las aflicciones, el llanto y las desgracias se terminarán muy pronto; Jesucristo se comprometió contigo diciendo: “Si así no fuera yo te lo hubiera dicho… Voy pues a preparar lugar para ti… y cuando prepare todo, vendré otra vez a buscarte para que estés conmigo”. (Juan 14: 1–3) ¡Preparémonos para recibir a nuestro Señor!

Pastor Ángel Rodríguez Medina - Director de Evangelismo

 
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